La educación en nuestro país está
asociada a Sarmiento a tal grado que el Día del Maestro se implementó el 11 de
septiembre para homenajear al llamado “Padre del aula” en la fecha de su
fallecimiento, de 1888.
Para Domingo Faustino Sarmiento, la educación debía ser publica, gratuita y común, y la misma para niñas y niños. Algo que no era la norma en el mundo de la época, en el cual la mujer solía ser relegada en todos los ámbitos de la sociedad.
Sarmiento pasó décadas dándole forma a su idea de educación pública para la Argentina, que fue llevando a la práctica desde los distintos puestos de poder que ocupó: gobernador de San Juan, senador, presidente de la nación, director de escuelas, e incluso como periodista desde los medios.
El padre del aula
Lo primero que hay que decir de
Sarmiento es que la escuela pública argentina y los educadores y educadoras
recibimos el legado sarmientino y de alguna forma, somos sus herederos.
Sarmiento fue el principal
impulsor de una educación para todos y todas, en una sociedad que estaba en
profunda transformación. A través de la educación se propiciaba la igualdad
social, y se ocupaba de formar al ciudadano para la nación que se estaba
formando.
Sarmiento tenía ideas muy progresistas para su tiempo, y otras diametralmente opuestas. La educación debía ser para todos y todas, igualaba de forma completa a mujeres y hombres, algo polémico para la época. Pero a la vez, dejaba fuera a los indígenas, a quienes no consideraba siquiera dignos de ser educados.
La gesta educativa
Cuando Sarmiento se exilia en
Chile, por su oposición el régimen de Rosas, de allí lo envían a Estados Unidos
a estudiar el sistema educativo de esa nación. También viajó por diversos
países de Europa. Esa experiencia Sarmiento lo vuelca en sus diversos libros,
pero principalmente en “Viajes por Europa, África, y América” y en “De la
educación popular”, ambos de 1849.
En su libro Educación popular presenta distintos aspectos del amplio programa de educación que estaba imaginando a través de una educación popular que sería obligatoria, gratuita y sin religión para todos los niños y niñas entre seis y catorce años.
Pero el programa es mucho más vasto, piensa en los edificios escolares, la luz y ventilación en las aulas, el mobiliario, etc. Todo forma parte de una experiencia estética que educa y civiliza a los niños y niñas”.
La educación antes de las iniciativas de Sarmiento era para las élites, con mucha presencia de la iglesia, y generalmente con la ausencia de la mujer. Lo principal, entonces, del legado de Sarmiento, fue el generar una educación normalizada y común para todas y todos.
Durante su presidencia construyó
más de 800 escuelas, y la cantidad de alumnos pasó de 30 mil a 100 mil, en un
país de 2 millones de habitantes.
Sarmiento ya había instalado las
bases de lo que iba a ser la educación común en 1875 cuando fue director
general de escuelas de la Provincia de Buenos Aires. La ley que estableció en
ese momento fue la antesala del proceso que va a continuar con las discusiones
en el Congreso Pedagógico de 1882 y luego con la ley 1420 de 1884.
Esa escuela común fue toda una
batalla cultural que generaría profundos cambios políticos y sociales. Fue el
primer momento de gran expansión del sistema educativo argentino junto con la
creación y expansión de un sistema de formación de maestras y maestros a través
de las Escuelas Normales a cargo del Estado Nacional y distribuidas por todo el
país.
Las maestras de Sarmiento
Cuando Sarmiento estuvo en EEUU conoció a Horace Mann. Él lo ayudaría a llevar adelante su proyecto de implantación y expansión de escuelas normales a través de la llegada de varias maestras y maestros norteamericanos a nuestro territorio. Sarmiento imaginaba que ese contingente de maestras y maestros podía ser difusor de esa de la escuela normal en nuestro territorio y así lo fue.
De hecho, a través de Mann se
realizan varios contratos entre esas educadoras y el Estado argentino para
instalarse en la Escuela Normal de Paraná y desde allí dirigirse a otras
ciudades para crear nuevas escuelas normales para las provincias.
La presencia de las mujeres en la
educación es un tema interesante para pensar su lugar en la sociedad de la
época. Si bien la presencia de las maestras en las escuelas tiene beneficios
económicos, entre los argumentos se entendía que eran más baratas para
contratar, también es un acto revolucionario.
Se estaba pensando en la
continuidad que tenían las mujeres en el cuidado de los niños respecto a la crianza,
pero al mismo tiempo se está sacando a la mujer de ese espacio donde estaba
confinada, que era el espacio doméstico, para ubicarlas en el espacio público,
que solía ser exclusivamente para los varones.
En esa batalla cultural que
realiza la escuela pública argentina, las maestras y maestros ocuparon un lugar
fundamental como sujetos difusores de cultura. En los primeros años de
formación del sistema, las escuelas normales y los colegios nacionales son para
muchos pueblos y ciudades centros culturales con una importante función social.
Telégrafo, tren y escuelas
Las escuelas, los trenes y el telégrafo son elementos modernos fuertemente impulsados por Sarmiento en el territorio. Muy preocupado por los avances de la industrialización, para Sarmiento son el instrumento capaz de sacar al territorio de esa pequeña aldea y transformarla en una nación civilizada.
A través del telégrafo y el
ferrocarril se podrá unir el extenso territorio de la Argentina. La educación
hará lo propio para distribuir los saberes necesarios para formar el ciudadano
para esa nueva nación.
El proyecto de la escuela moderna
acompaña el proceso de integración social que tenía Sarmiento, en particular,
vinculado a los saberes que distribuirían a toda la población: un idioma común,
leer, escribir, contar. También un relato del pasado que dijese “esta es la
historia de la nación”, el conocimiento del territorio a través de la
geografía, una moral cívica que dejara atrás la moral religiosa del pasado
colonial, y también borrando cualquier otra marca cultural.
La escuela pública es parte del
orgullo nacional, un espacio que garantiza derechos y distribuye la riqueza
simbólica de nuestro país, por eso las educadoras y educadores la defendemos,
porque donde está la escuela está la patria.