viernes, 8 de septiembre de 2023

TRES MIRADAS DIFERENTES SOBRE DOMINGO F. SARMIENTO

El Hombre


Faustino Valentín Sarmiento, conocido como Domingo Faustino, nombre que asumió en homenaje al santo de familia, nació en San Juan, capital de la provincia cuyana argentina, el 15 de febrero de 1811. Hijo de José Clemente Quiroga Sarmiento, arriero de mulas y peón ocasional, fervoroso soldado de la Independencia, y de Paula Albarracín, mujer fuerte y emprendedora que, en ausencia del padre, se imponía en el hogar.

Entre 1815 y 1821, Domingo cursó estudios en la Escuela de la Patria de su ciudad natal. De regreso a la ciudad, fue dependiente de la tienda de un familiar y, ya desde entonces, el joven Sarmiento leía cuanto libro podía obtener.

Las provincias andinas, provocaron el primer destierro de Sarmiento que emigró a Chile, donde permaneció hasta 1836 realizando distintas actividades para subsistir. Trabajó como profesor en una escuela de la provincia de Los Andes.

Allí fundó el Colegio de Pensionistas de Santa Rosa, instituto secundario para señoritas. Se inició en el periodismo con la creación del periódico El Zonda.

En 1848 se casó con Benita Martínez Pastoriza, viuda de su amigo Domingo Castro y Calvo, y adoptó al hijo de éstos, Domingo Fidel (Dominguito), quien al estallar la guerra contra Paraguay y pese a la oposición de su madre, se alistó en el ejército argentino donde obtuvo el grado de capitán. Dominguito murió a los 21 años de edad, en 1866.
  

El Funcionario



Sarmiento tuvo a lo largo de su vida una activa participación política. Desde el periódico El Nacional esbozó iniciativas que daban cuenta de su imagen política, propuso el cercamiento de las estancias, la ocupación y distribución de las tierras públicas; la regulación de las aduanas, ferrocarriles e inmigración.

En 1862, al llegar a San Juan como teniente coronel, enviado por el presidente Bartolomé Mitre para sofocar un levantamiento de caudillos, sus coprovincianos le ofrecieron el gobierno. Luego de la muerte del general Ángel “Chacho” Peñaloza (1863), Sarmiento decretó el estado de sitio sin solicitarlo al gobierno nacional, por lo que fue desaprobado y renunció a la gobernación en 1864.

El presidente Mitre le encomendó la misión de ministro plenipotenciario en Estados Unidos. Allí residió tres años, en los que se vinculó con políticos, educadores, filántropos; fue invitado a dar conferencias en Nueva York y nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Michigan.

En 1868 triunfó su candidatura a la presidencia con la fórmula Sarmiento–Alsina. Su gobierno encaró múltiples conflictos: guerra con Paraguay (terminada en 1870), epidemias de cólera y fiebre amarilla, levantamientos militares como el de López Jordán y asesinatos políticos como el de Urquiza, expediciones militares contra los indios, el pronunciamiento de Mitre y hasta un atentado contra su vida.

Luego, como Senador de la Nación (hasta 1875) y Director General de Escuelas de la provincia de Buenos Aires (1881), se ocupó de la inmigración y la enseñanza laica. Defendió la educación de la mujer a la par del hombre, y mantuvo amistad con Juana Manso, a quien consideró la única persona en América Latina que había interpretado su plan de educación.

Escritor Sarmiento fundó la Sociedad Literaria en 1838, filial sanjuanina de la porteña Asociación de Mayo de 1810, de la que participaban Esteban Echeverría, José María Gutiérrez, Juan Bautista Alberdi y otros hombres de la Generación de 1837. Por sus ataques al gobierno federal, en 1840 tuvo que exiliarse en Chile.

Compuso un Método de lectura gradual (1845) que el gobierno chileno adoptó para enseñar a leer en escuelas públicas.

En su obra Conflictos y armonías de las razas en América (1883) suavizó prejuicios raciales contra el indígena que había expresado anteriormente.

El periódico El Progreso, de Chile, publicó el folletín que luego se editó completo bajo el título: Civilización i barbarie, Vida de Juan Facundo Quiroga, aspecto físico, costumbres i ábitos de la República Argentina.

La obra relata la lucha que libró la civilización de las ciudades, contra la barbarie de la campaña, entendido en términos del propio Sarmiento. Luego de describir tremendamente a Quiroga y a Rosas, propone un programa de gobierno que ubicaría al país en el camino del progreso.


  

Viajero

Sarmiento fue un viajero: en algunas oportunidades llevado por misiones diplomáticas o culturales; en otras, por los exilios que, más que viajes, constituyeron diversos y sucesivos lugares de residencia.

Durante su viaje a los Estados Unidos, lo fascinaron las transformaciones geográficas, la extensión de las comunicaciones, los ferrocarriles, la colonización hacia el oeste. Relacionó esos cambios con los aspectos materiales necesarios para la conformación de una república democrática e igualitaria.

Domingo Faustino Sarmiento fue un autodidacta. Así lo vieron sus contemporáneos, para la caricatura (como el dibujante Stein, en el periódico El Mosquito) o para la admiración y el comienzo de un mito según los escritos de Leopoldo Lugones, y hasta la actualidad Ezequiel Martínez Estrada y David Viñas, quien sostuvo: “…sus palabras se abren paso, avanzan sobre nosotros desgarrando la zona de lo vedado y su viaje inaugura una real comunicación en tanto supone un cuerpo a cuerpo y un esfuerzo por reconquistarse a través de una versión de Europa que no se corresponda con las visiones elaboradas.